De un ruido eterno que se cuela por mis cabellos. La obliteración de los sentidos: santo grial de los aquejados de migraña. Flotar en agua tibia, oscuridad por todos lados; silencio absoluto. Dejarse desaparecer, volatilizarse en nubarrones espesos, informes e incoloros. Llover mollino de nuevo y recomponerte con un vacío en el cráneo, vacío definido por la forma de un cerebro desalojado. Los ojos en blanco, y sin el parpadeo instintivo, las lágrimas corren por las cienes; perdiéndose de nuevo entre los cabellos cansados de no tener voluntad.
Tengo que aceptar donde camino
Hace 9 años
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