Sé que puede parecerte insalubre, incluso hasta asqueroso. Pero un cigarro, un café y un libro en una noche fría, por más bohemio y cliché que parezca, es un placer que no me canso de disfrutar.
Tienes que estar solo, el humo tiene que salir lentamente como si emularas tu taza de líquido negro y el libro tiene que ser bueno (no importa que sea banal y digno de olvidarse). Casi quiero ser de la generación beat cuando lo pienso y estar en algún bosque frente a una fogata, meditando. Como un personaje secundario de Kerouac.
Del humo que sale de mi boca abierta surgen imágenes que se pueden leer, como si fueran cartas del tarot, hojas de té, huesos tallados o reflejos en el agua. Algún día me creo un alter-ego estilo Monsieur Hossé y me visto de frac victoriano, con un sombrero de copa y un bastón que tenga cabeza de perro de compañía. Me voy a sentar en una casa barroca a leerle a elegantes caballeros y damas su suerte en una bocanada de humo.
Un círculo perfecto, una vida corta y feliz.
Una pequeña nube informe que augura libertad de pensamiento y creatividad.
Un arco largo y efímero que detalla personalidades místicas y propensas al fanatismo.
Un largo tirón blanco que habla de mucha actividad e inquietud intelectual.
Varias volutas inconexas que definen personalidades viciosas y de lengua afilada.
Y al final me despediré con un simple y estoico "adieu et bonne vie".
1 huecos en el monologo.:
un placer siempre antojable, pero que, a falta de vicios, no podría disfrutar. Siempre se me ha antojado tomar café y fumar, y no puedo hacer ninguna de las dos, sólo el libro :)
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