no puedo dejar de sentir el nudo en la garganta de una tristeza cuajada. Una tristeza tibia y amarilla, como recién haberte hecho pipí en la cama; todavía está calientita y no es incómoda pero sabes que en unos segundos se va a enfriar. Y con el descenso de temperatura la realidad comienza a penetrar los sentidos abriendo un profundo hueco esclarecedor. Uno que succiona hacia el vacio. No, más bien no succiona, más bien tienes atado un gran peso a tus víceras que te estiran y te ponen cóncavo.
no sé si hay que vomitar hojas secas, pero el viento que aspiro apenas quiere entrar, ni siquiera él se quiere petrificar en la gélida oscuridad.
pizarra roja romanticamente irrisoria.