Un loco escucha Silvio Rodriguez.

"Estoy buscando una palabra,
en el umbral de tu misterio.
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¿Quién fuera un poderoso sortilegio?
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Estoy buscando melodías
para tener como llamarte.
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Sus zapatos desgastados son espejos
que me queman la garganta con el sol
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El que tenga una canción tendrá tormenta
El que tenga compañía soledad
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Una mujer se ha perdido
conocer el delirio y el polvo.
Se ha perdido esta bella locura
su breve cintura
debajo de mí.
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Veo a un perro ladrando a la luna
como otra figura
que recuerda a mí."

Silvio siempre es amarillo.

Quisiera un día sin nada. Un día de masas revueltas y sensaciones superpuestas. Imágenes borrosas y barro en las manos:

El tañido de guitarras invisibles hiere entre el estómago y el corazón. El sol entra por una ventana y en el cuarto blanco y vano, habito sentado en un banco de madera. Afuera no hay nada, solo la rueda amarilla. Y digo nada como nada, como vacío lleno de vacío.
En mi cabeza crecen personajes negros, como una medusa mal dibujada. Hace frío y caliento mis pies en el cuadro de luz que se pinta en el suelo. El calor es demasiado, de la rodilla para abajo todo se vuelve cenizas. Solo puedo pararme en dos muñones apoyados en pirámides gemelas. Y la punta se va encarnando y la sangre pinta el blanco y se mezcla con las cenizas. Con la masilla blanda de un rojo negruzco escribo en la pared: "EN EL BREVE ESPACIO EN QUE NO SOY, MI UNICORNIO SE PIERDE".  

De constantes y decenas de años de soledad.

Ayer dije "rough landing".

Hoy digo colisión total. Las efímeras vacaciones me hacen disfrutar de compañía apreciada, de momentos fuera de lo común, de personajes aleatorios que van mejorando entre recuerdos, como un buen vino. Y después, después una constante en la gráfica que es la vida rutinaria. Sin altos y bajos, sin histrionismos ni escenarios simbólicos. Me he pasado preparándome para prepararme para una vida con destellos; una vida de curvas senoidales maridadas con una buena exponencial de vez en cuando. Por que no ahora? por que no romper la constante a conciencia?

Busco al personaje interesante más cercano, lo busco en un radio de 200 metros alrededor mio. Y que esto sí sea una constante.

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Ahora que releo esto no quisiera opacar con el contraste una semana llena de gustos cumplidos. San Miguel de Allende, a pesar de ser cultura mexicana deglutida y digerida por y para americanos retirados, sigue siendo un pueblo mágico en colores, en pequeños espacios que forman claros verdes, a la inversa. Patios viejos, de esos centrales  con fuente, que desbordan frescura y pasividad. Estando ahí casi me podía transportar a la casa de Úrsula y José Arcadio. Hasta un personaje gitano apareció y un daguerrotipo pude ver. Me faltaron bordadoras en el patio de la tarde y un loco abajo de un almendro.
Aparte encontré otro vicio de soledad, me compré una pipa de madera y aprendí a llenarla de tabaco. Es bonito, muy bonito San Miguel.