Ayer me compré narcisos.

El blanco acuñado en una carne tersa y delicada. El dejo amarillo de una descomposición perfumada. Racimo de guantesitos de una tela fresca. Me quiero acostar entre los pistilos y respirar el color pastel que plaga sus pétalos y endulza el olor, y lo afila, y lo moldea en notas de un pálido opaco que viven en mi nariz hasta que la noche vuelve y veo a la luna; luna que me come la vista, me nubla el aquí y el yo se dispersa en polvo cintilante, un polvo galáctico.

Hasta pronto. (Con una pequeña sonrisa en mi mente)

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