Hace unos días leí
esta entrada de Ave Fénice y tangencialmente me recordó mi infancia.
Cuando era niño creía que todas las cosas inertes tenían sentimientos. Por ejemplo: Cuando me compraban unos tenis nuevos, tenía que explicarle a los viejitos por que ya no los iba a usar. Empezaba a justificarles su inutilidad con la mentira piadosa de que ya no me quedaban, cuando en realidad no podía decirles que habían perdido su lustre, las agujetas ya no tenían puntitas de plástico (tan útiles que son!) o simplemente eran menos bonitos y más sucios que los que todavía vivían en su caja. Me daba una verdadera tristeza por ellos, no por mí que ya no los iba a tener. Gracias a mi mamá, siempre me redimía la idea de que alguien más los iba a utilizar por que los íbamos a regalar. No sé si eso me sirvió para tener una conciencia social o más bien para ser un consumista sin conciencia
También era un niño que se impresionaba muy fácil. Cuando mis hermanos mayores (ogros sin sentimientos) me hicieron ver Freddy Krugger y ví como salía de un resumidero en la regadera, me resultó imposible meterme a bañar sin tener un miedo irracional a pisar la rejilla metálica... así que me creé una poción (agua con pedacitos de jabón y shampoo) que cada que entraba a la regadera tiraba por el resumidero para que Freddy se resbalara y me diera tiempo de bañarme antes de que él subiera.
Con la misma esquizofrenia/paranoia infantil me imaginaba que Freddy y Eso el payaso (gracias a los hermanos mayores de nuevo), escalaban desde las coladeras, todas las noches para llegar a mi cama. ¿Has escuchado la sangre fluyendo en tus orejas cuando te acuestas sobre la almohada? Pues yo pensaba que era el sonido de ellos dos martillando placas de concreto para subir. Así que dibujé un pseudo-talismán que puse debajo de mi colchón y resolví el problema. Nunca me importó que dormía en la litera de arriba y a mi hermano llegarían primero. Take that! ogro sin sentimientos.